Ref. 130 Falcata Ibérica de Almedinillla (Córdoba)
Entre los elementos más relevantes de la Cultura Ibérica se encuentra la falcata, una espada de hierro, de aspecto elegante, en forma de sable, de hoja ancha, curva y asimétrica. Se fabricaban con tres láminas de hierro soldadas entre sí en caliente, creando un arma pesada, capaz de asestar mortíferos golpes tanto tajantes como punzantes, apropiada para la infantería. Se solía guardar en una vaina de cuero, reforzada con un armazón de hierro, que colgaba del tahalí. Las primeras falcatas halladas en la Península Ibérica se fechan en el siglo V a. C., y perduraron hasta finales del siglo I a. C., la gran mayoría procedentes de la Alta Andalucía y del Sureste. Una de las falcatas más bellas y famosas es este ejemplar procedente de Almedinilla. Espada de 59 centímetros de longitud que destaca por su empuñadura desmontable con forma de cabeza de caballo y decoración nielada en damasquinado de hilos de plata con motivos vegetales, geométricos y zoomorfos. La hoja está surcada de profundas acanaladuras, que permiten aligerar su peso. Cerca de la punta tiene la decoración, también con damasquinado de plata, correspondiente a un pájaro o ave simbólica que parece surgir de una planta (elemento de carácter apotropaico, heráldico o quizá el atributo o símbolo de una divinidad). La falcata de Almedinilla tiene filo cortante sólo en uno de los lados de la hoja (doble filo sólo en la punta) utilizándose para pinchar o cortar (a manera de machete) y, como otras, debió tener un gran valor simbólico, derivado de su propia morfología (la curvatura de su hoja y la empuñadura zoomorfa), de su decoración y de su relación con el ámbito del sacrificio funerario (en ciertos casos muy concretos es posible que las falcatas fueran fabricadas, sólo para uso funerario, como signos de prestigio social en los ajuares de las tumbas). La falcata de Almedinilla fue una de las muchas halladas por Luis Maraver y Alfaro en 1867 durante las excavaciones de la necrópolis ibérica de Los Collados, junto al poblado del Cerro de la Cruz. Desconocemos el ajuar de la tumba de incineración a la que perteneció, pero, como ocurre en otras sepulturas ibéricas, es posible que junto a ella hubiera otras armas, como una lanza y un soliferreum, propias del equipo militar o panoplia de los antiguos íberos.